¿Qué sugieren estas dos palabras?. Si nos fijamos, no cabe duda: estamos ante dos palabras hermosas, tanto por su forma como por su sonido. Si buscamos su significado en algún diccionario, tanto una como otra tienen connotaciones negativas.
Los matices de las palabras son como el color o el perfume que las distingue. Para notarlos hay que degustarlas, saborearlas, y a continuación, dejarlas en libertad.
Al pronunciar persuasión, las letras no salen con tanta facilidad de nuestros labios, como si con ello la palabra nos diera a entender su significado más benévolo: “tratar de convencer a alguien mediante razonamientos”. No basta que tengamos toda la razón del mundo, este convencimiento genera una resistencia en el otro, por tanto, la persuasión va dirigida a la deducción personal, al intelecto.
Sin embargo, la seducción sale de nuestros labios sin esfuerzo como una música que llega al oído del otro de manera suave, como algo subliminal, interno e inconsciente. No se dirige a la razón, por lo que no opone resistencia, sino a emociones para despertar sensaciones.
El diccionario de 1739 ya definía seducir como “engañar con arte y maña, persuadir suavemente al mal”.
¡Pobrecitas palabras, qué carga arrastran! A través de la historia tanto la religión como la política, el comercio, la publicidad, etc... han hecho que al pronunciarlas recordemos conceptos negativos sobre todo aplicados al género femenino, en el caso de estas dos: seducción y persuasión. Incluso la literatura que es un reflejo de la vida guarda su utilización. Y no digo que no sea en parte cierto, yo misma he tenido que defenderme ya no sólo de las etiquetas; sino de consejos encaminados a usarlas para obtener beneficios cuando he querido ir por derecho y a las claras.
¿Quién no se ha sorprendido cuando, al emitir un argumento, una palabra escuchada a nuestros mayores ha salido sin querer de nuestros labios?
Como dice Rossi-Landi, un clásico de sociolingüística de los 60: “El sujeto no sabe por qué habla, como habla, y es hablado por sus propias palabras”.
Los vocablos heredados se introducen en los contextos de las palabras, se van sumando a la historia y van impregnando nuestros pensamientos.
Alex Grijelmo en su libro “La seducción de las palabras” nos lo explica muy bien:
“Las leyes del idioma entran en el hablante y se apoderan de él para ayudarle a expresarse. Nadie razona previamente sobre las concordancias y las conjugaciones cuando habla, nadie programa su sintaxis cuando va a empezar una frase. Si acaso, puede analizarla después de haber hablado. Así también las palabras se depositan en el inconsciente, sin razonamientos, y poco a poco adhieren a sus sílabas todos los entornos en que los demás las usan”.
Y es ese entorno, a veces malintencionado, quien las viste con esos ropajes de prejuicios, intransigencias y amenazas de todo tipo. Esos ropajes que las asfixian y ocultan su belleza innata y hace que incluso temamos usarlas en según que contexto por si alguien tergiversa el significado que queremos darle.
viernes, 9 de noviembre de 2007
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6 comentarios:
despues de oirte al telefono te agradezco otra vez por tu blog tan interesante... me seduce y me persuade seguir leiendolo !
la seduccion para mi es un juego ! pero se debe usar con precaucion no hace falta tener confianza en si mismo, en cambio persuadir lo veo mas dificil si no crees en ti mismo y no puedes fingir
1789drMe encanta la seducción, mentiría si dijera lo contrario, incluso más que la persuasión. Aun pareciendo la misma cosa, la segunda -es cierto lo que tú dices- sugiere la idea de enfrentarse a un castillo que está fuertemente defendido por un soldado desde lo alto de un baluarte, y de ganar la plaza en él por derecho propio, demostrando de un modo elegante quién es el más fuerte.
La seducción es como si el soldado, merced a mimos y lisonjas, te franqueara la entrada a ese castillo sin tener conciencia de ello, y si la tiene, no sabe muy bien porqué lo hace.
Muy bonito tu artículo, Isabel, me encanta como escribes.
Un besote.
Huyyy... ¿y esa numerología que se ha colado ahí? ¿Será porque es martes y trece? Ay, ay, ayyy...
Muchas gracias por gustarte como escribo. Ya sabes que a mí también me encanta hurgar en tu costurero; por lo que voy viendo sueles zurcir una vez a la semana, más o menos, y no eres mala modista, no, jajaja...
Por supuesto puedes llamarme Ana, lo de los seudónimos es más un juego que otra cosa, al final a todos se nos cae la careta algún día.
Besazo, Isa, y buen arranque de semana.
de colombe a kasi siempre ...
no te conozco pero en francia se dice los amigos de mis amigos (o amigas) son mis amigos !
vaya numero que te ha salido el de la revolucion francesa...
lo del soldado quizas intenta conquistar "LA BASTILLE" vaya cabezas que se cortaron ! en esa epoca seduccion, persuasion nada de nada...
venga que corte ! verdad que escribe bien Isabel ! buena semana a las seductoras
¡Qué sorpresa más agradable!, me gusta que converséis en este espacio que se enriquece con vuestras opiniones. Colombe, gracias por estar aquí, te debo e-mail.
Ana no soy tan fecunda como tú en la escritura, pero pretendía escribir en mi blog más a menudo. Se creó el de literatura: www.literaturate.com
y me hacía ilusión escribir en él además de hacerlo en: www.yomujer.com también desde los comienzos. De momento no tengo más tiempo como ves, de todos modos gracias a vosotras que me animáis lo sigo intentando. Besos a las dos.
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