A Sabrina le gustaba conducir su coche rojo por esta carretera a la vuelta de su trabajo. Escogía este tramo, sobre todo, en los cambios de estaciones porque la hilera de árboles que quedaba a su izquierda le parecía hipnótica. Le encantaba verlos mudar de un verde frondoso a unas venas esqueléticas y enrevesadas.
La última tarde que pasó por allí el paisaje lucía en casi toda su desnudez y transparencia. Sin embargo no fue eso lo que recordará siempre. Al girar en la primera curva a la izquierda un coche negro se le venía encima y al verlo se quedó paralizada.
Afortunadamente ni a ella ni a su coche rojo le pasó nada. Un coche que la seguía pulsó la bocina del suyo con tanta insistencia que el coche negro frenó en seco. Cuando Sabrina se repuso y volvió la cabeza la persona que la había salvado ya no estaba.
Ella nunca supo que era un compañero de trabajo enamorado de ella que, sabiendo lo despistada que era, la seguía cada día hasta ese cruce sin que ella lo advirtiera.
7 comentarios:
Primero he leído Sabina. Luego ya me he dado cuenta que era Sabrina y no Sabina. Y, al terminar de leer, he recordado a Cecilia y su ramito de violetas. Los árboles son sin duda hipnóticos.
Un abrazo grande, Isabel.
Vaya con Sabrina , con un enamorado y ella sin saberlo...
Es que los árboles hipnotizan.
Un fiel y enamorado compañero como ángel de la guarda.
Bonito relato.
Besos
Un bonito relato. Besos.
Muchas gracias a todas por vuestras opiniones.
Hoy que deberíamos felicitarnos por los logros conseguidos, sigue siendo un día triste por la sinrazón de la guerra y destrucción que cae siempre en los más débiles.
Abrazos entrañables
¡¡Para que luego digan ése refrán tan...!!
¡Qué me alegro por Sabrina!También hay amores que salvan. Bendito sea.
LA UVA
Gracias, UVA, estaba buscando un libro "El cabra" de Alexandre Jardín que leí hace muchos años, era curioso y tenía ganas de volverlo a leer.
Este micro fue en su recuerdo.
Besos, besos.
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