“¿Hace tanta
falta visitar un país para conocerlo?” Se pregunta Nora mientras
le da vueltas a la bola del mundo. La misma que se iluminó durante
su infancia en su mesilla de noche mientras su padre le contaba un
cuento.
“¿Me contaba un
cuento cada noche?”, se pregunta ahora y los dedos de Nora se
hunden en la bola y en ese país de ensueño. Pronuncia en
voz alta la palabra Buenos Aires como si hubiera nacido allí,
y, porque, además, le parece un nombre perfecto para una ciudad:
limpia, relaja y esperanza. De hecho, como actriz que, pese a su
timidez, le encanta ser; en un papel tuvo que hablar como una
argentina y para pronunciar con esa cadencia, volvió a ver las
películas de Adolfo Aristarain. “Un gustazo”, piensa.
Tiene a mano los
Aguafuertes Patagónicos de Roberto Artl que imprimió de la
Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, en los que se incluye el
texto sobre Patagones que leyó en una novela.
“Para escribir
sobre Patagones hay que ponerse una mano sobre el corazón y entornar
dulcemente los ojos. Y no tener miedo del ridículo al afirmar que es
diez veces más bonito que Bahía Blanca… Silencio, paz, el viento
eterno que pasa y lima el ladrillo y redondea los médanos y riza el
agua.”
Busca los lugares
que aparecen en la novela, esos que no verá nunca. Este escritor,
que admiraban Piglia, Bolaño y que Cortázar consideraba su maestro,
describe algunos paisajes con la ironía del periodista que fue, pero
de forma tan poética que si los visitara, puede que se sintiera
defraudada.
Porque Nora, que no
ha salido apenas de su ciudad, es una soñadora como la autora de la
novela que tiene entre sus libros, y le hubiera gustado, justo
después de leerla, preguntarle si había visitado Argentina. Puede
que no, que igual que ella busca lugares una y otra vez, hasta que
los va conociendo. O que, como ella, lee a los mismos autores y más
de una noche ha soñado que entra y sale de las librerías de Buenos
Aires con varios libros bajo el brazo. Porque Nora sabe que no irá
nunca a ese país soñado.
Pero no le importa demasiado, porque cada
noche sentada en su cama, abre su portátil y pasea por esos países
o por otros antes imaginados, como hacía de pequeña con los
cuentos. Ahora, además de soñar, puede contemplarlos. Y porque sabe
cual es su “lugar en el mundo” el título de la primera película
que vio de Adolfo Aristarain.
En ese “lugar”,
el de Nora, siempre han tenido mucha importancia los libros.
FELIZ DÍA DEL LIBRO