martes, 2 de enero de 2018

460. Tirar del hilo


¿Por qué somos como somos?
¿De dónde viene ese rasgo que en algún momento surge en nosotros y no reconocemos? O sí.

Mirando la tira de Mafalda se me ocurrió tirar del hilo y me vinieron a la mente mis dos abuelas, quizás también, aunque me resista, por el efecto que la navidad produce.

Tuve la suerte de disfrutar de las dos porque fui la primera nieta de ambas familias. Eran bien distintas, tanto de fisonomía como de carácter. Entrar en cada casa de mis abuelas era como entrar en la penumbra (algunas casas de pueblo parecían túneles), o en la claridad. No había tristeza en la primera, era más bien como una especie de recogimiento. Como el que yo hacía al recostarme en el regazo de mi abuela; me introducía en un almohadón redondo, extenso y mullidito. Desde ahí le acariciaba la papada que colgaba por su edad, jugaba con ella o le acariciaba su moño pelirrojo. Allí, a su casa, recalábamos mis primos y yo cuando nuestros padres se iban al cine o al teatro y nos fugábamos a la plaza contigua a jugar al escondite. Esas visitas y encuentros eran toda una fiesta.

Entrar en la segunda, la claridad, era mi salvación cuando el cielo se enfadaba y barruntaba tormenta. A mi madre le daban pánico y no me dejaba salir de casa. Le buscaba las vueltas, me escabullía como pez y me escapaba a la de mi abuela, su madre. Allí se abría la puerta y las ventanas para contemplar el espectáculo que el campo y el cielo ofrecía. Al fondo, risas de niños y niñas en la Miga (así se llamaba entonces a la Guardería infantil de ahora) que tenía mi abuela y que, a veces, llamaban “escuela de cagones”. De físico enjuto, puro nervio, su rasgo más característico era su fino humor y, para mí, el tono de su voz. Me encantaba observarla mientras guisaba en la pequeña cocina; a la vez iba y venía a poner orden entre los peques que la seguían por el olor que desprendían sus buenos guisos, y más de un hambre quitó a algunos niños además de cuidarlos.

A mis dos abuelas, a mi madre y a mi amiga Rosa, que me regaló la tira de Mafalda, les dedico hoy este post, en una fecha, para mí, importante porque hoy cumplo un año más y sigo escribiendo.

No dejemos de hacernos preguntas y de reír siempre que podamos. Es mi deseo para este año recién estrenado.


8 comentarios:

ÍndigoHorizonte dijo...

Feliz año Nuevo, Isabel. Un abrazo y a seguir aprendiendo y construyendo

Maite dijo...

Muchísimas felicidades. Bonito recuerdo.
Y precioso deseo.
Muchos besos y que cumplas muchos más

Teresa dijo...

Preciosos recuerdos, yo solo conocí a una y la quería un montón. Besos.

virgi dijo...

¡Oh, qué bien que he venido, querida Isabel! Así te felicito con todo mi cariño y que cumplas muuuuuchos más sin dejar de escribir. Da la casualidad que en esto también coincidimos, ya que yo los cumplí el pasado 27.
Me ha encantado como te describes en la relación con tus abuelas, yo no tuve esa suerte, solo conocí un poco a una de ellas, que por cierto era muy dulce.
Un abrazo enorme, enorme, ojalá nos encontremos en este 2018.

NáN dijo...

Felicidades!!! y que este año se vaya formando otro libro.

Isabel dijo...

Gracias, de verdad. Os deseo lo mejor.

Abrazos.

Anónimo dijo...

Mientras recordemos con ése cariño que has manifestado en tu escrito, no están ausentes, sino PRESENTES.
Qué cerca he visto a las abuelas, a tu madre. Y a la amiga.
A todas y a ti un beso desde el alma.UVA

Isabel dijo...

Uva, ahí vuela el mío.