Lo encontré en un stand de la feria del libro de Sevilla hace años en una primera edición. Yo
estaba en esos días leyendo lo que decía John Berger sobre la
ausencia y, al
leer el título, no
dudé en comprarlo.
En
“La huella de las ausencias”, Miriam Palma, nos
habla
de Walada, una princesa omeya, única
hija de Muhammad III al-Mustafki, pero
también de su entorno que coincide con el esplendor y la decadencia
de la época en que vivió.
Y, como sucede con algunos libros, tuve al leerlo, ¡esa
sensación de que algo te traspasa! Esa
extrañeza de cómo, en tan poco espacio es capaz la autora de hacerme sentir a través
de un tiempo tan lejano, al abarcar
otras
vidas
y sentimientos.
¿Cómo
hablar de un libro que es la tercera vez que leo? ¿Qué es verdad
en un libro? La verdad se descubre cuando leemos, cuando el objeto libro deja de serlo, cuando en esas palabras te reconoces como mujer.
Entonces las preguntas no importan demasiado en este caso, porque detrás de las palabras escritas hay una persona que
siente, piensa y analiza de forma diferente a todas las demás. No sé
si eso es lo que llamamos estilo, pero el de Miriam, poeta como
Walada, sabe plasmar su vida y cautivar a quien se acerca a esta historia. Aquí no hay mitos, ni clichés, ni siquiera leyendas. Hay una vida
de mujer que busca, que quiere ser dueña de sus palabras, encontrar
su sitio, aprender
de otras, enseñar a otras. Su casa se convirtió en una escuela para
mujeres, salón literario que
vibraba por las noches con refinados ritmos, con las más osadas
hipérboles, con la versificación más virtuosa.
He
visitado Córdoba varias veces y en la última visité la Casa de
Sefarad-Casa de la memoria, en la que bajo el epígrafe: Mujeres de
Al-Andalus, pude contemplar un retrato de Walada. Y me acerqué a
Medina Azahara, porque
los buenos libros te impulsan
a la
búsqueda.
Allí
vi esta arqueta dedicada a Walada entre los restos recuperados de ese
esplendor que debió ser esta ciudad cuando las europeas andaban a
ciegas.
En
la arqueta de su madre, igual o parecida a la de la foto, guardaba
sus palabras, sus lamentos, sus poemas. Esos que Miriam ha sabido
descifrar para enhebrar una vida de mujer única, con
una prosa poética y delicada. Y
en todo ese camino, a veces, adverso que Walada recorre, lo hace mostrando a otras mujeres de su entorno y se pregunta:
¿cómo
escribirlas? ¿Qué metáforas usar para cincelar sus cuerpos en
poemas? ¿Qué ritmos, qué rimas, qué metros escoger para dar
cauces a los torrentes de sus voces?
Y
sucede, también, en
los sabores, olores, en los baños, un
mundo el del hamman donde se limpiaban hasta las almas.
A
Walada se la conoce por su relación con el poeta Ibn Zaydún y el
libro nos muestra su relación. A diferencia de otros libros, a
quien de verdad conocemos aquí es a la mujer, pero también, a
los
hombres de su entorno en
una
época convulsa.
Conocer a Miriam Palma y a su poesía fue otra búsqueda mía, y ha sido una sorpresa y un verdadero placer encontrarla en la editorial, Maclein y Parker, que,
con el
esmero
y cuidado que
les
caracteriza,
ha publicado
una
nueva edición de “La huella de las ausencias” corregida y
revisada.
4 comentarios:
Se ve que tiene que ser lindo, me apetece leerlo. Un beso.
Con todo lo que has escrito sobre este libro, ya tengo la curiosidad de leerlo.
Gracias, Isabel
Sí qu elo es, Teresa, ahora que al calor de la lumbre se lee tan a gusto...
Besos.
Maite, cuando hablo de un libro aquí es porque me ha gustado, de lo contrario, ni siquiera lo comento o digo lo que no me agrada.
Si pinchas en la etiqueta poemas, verás que hay también dos libros de esta autora, por tu blog sé que te gusta la poesía. Que la disfrutes.
Abrazos.
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