Ya
sabéis que una imagen vale más..., pero hay tantas y tan dolorosas
que prefiero las palabras de esta gran poeta que también tuvo que
exiliarse.
Éxodo
Una mujer corría.
Jadeaba y corría.
Tropezaba y corría.
Con un miedo macizo debajo de las cejas
y un niño entre los brazos.
Corría por la tierra que olía a recién muerto.
Corría por el aire con sabor a trilita.
Corría por los hombres erizados de encono.
Miraba a todos lados.
Quería detenerse.
Sentarse en un ribazo y con su hijo menudo.
Sentarse en un ribazo y amamantar en paz.
Pero no hallaba sitio.
No encontraba reposo.
No lograba la pausa sosegada y segura
que las madres precisan.
Ese viento apacible que jamás se interpone
entre el pecho y el labio.
Buscaba cerca y lejos.
Buscaba por las calles,
por los jardines y bajo los tejados,
en los atrios de las iglesias,
por los caminos desnudos y carreteras arboladas.
Buscaba un rincón sin espantos,
un lugar aseado para colocar una cuna.
Y corría y corría.
Dio la vuelta a la tierra.
Buscando.
Huyendo.
Y no encontraba sitio.
Y seguía corriendo.
Y el niño sollozaba débilmente.
Crecía débilmente
colgado de su carne fatigada.
Una mujer corría.
Jadeaba y corría.
Tropezaba y corría.
Con un miedo macizo debajo de las cejas
y un niño entre los brazos.
Corría por la tierra que olía a recién muerto.
Corría por el aire con sabor a trilita.
Corría por los hombres erizados de encono.
Miraba a todos lados.
Quería detenerse.
Sentarse en un ribazo y con su hijo menudo.
Sentarse en un ribazo y amamantar en paz.
Pero no hallaba sitio.
No encontraba reposo.
No lograba la pausa sosegada y segura
que las madres precisan.
Ese viento apacible que jamás se interpone
entre el pecho y el labio.
Buscaba cerca y lejos.
Buscaba por las calles,
por los jardines y bajo los tejados,
en los atrios de las iglesias,
por los caminos desnudos y carreteras arboladas.
Buscaba un rincón sin espantos,
un lugar aseado para colocar una cuna.
Y corría y corría.
Dio la vuelta a la tierra.
Buscando.
Huyendo.
Y no encontraba sitio.
Y seguía corriendo.
Y el niño sollozaba débilmente.
Crecía débilmente
colgado de su carne fatigada.
Ángela
Figuera Aymerich
http://amediavoz.com/figuera.htm
7 comentarios:
Tan bien dicho, tan claro y tan alto que sobran las demás palabras.
Enorme abrazo, Isabel
Una poesía preciosa, no la conocía. Besitos Isabel.
Bellísimo y tristísimo. Un abrazo, Isabel!
cuanta maravilla hay en tus letras
Esa palabra que nos etiqueta de humanos lleva siglos mintiendo. Coleccionistas de barbaridades, eso y poca cosa más nos podría definir con precisión (a veces, uno a uno nos dignificamos, pero en la suma de nuestra siniestra cifra, asco damos).
…suerte tenemos de algunos besos y abrazos.
Por mi parte no necesita comentario. Besos Ave P.
Creo no tengo qué decir, ya habéis dicho que está todo en las palabras de esta poeta.
Gracias a todas.
Josep, alegría de ver tu comentario por aquí. Estoy yo también algo atareada y no entro apenas, pero más tranquila voy.
Gracias por entrar aunque duelan las palabras.
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