Una noche durante una de nuestras
tertulias con amigos se dieron dos posturas enfrentadas. Intenté
callarme, primero porque aprendo de la observación y más tarde
porque no tenía muy clara la idea que quería exponer (hacia la una
de la madrugada, mis párpados no me responden, imposible mantenerlos
abiertos), pero sí me acordé de volver a leer lo que dice Theodore
Zeldin sobre la conversación:
Solemos
discutir, debatir, entrar en controversia -que nos puede llevar al
enfrentamiento- regañar, debatir, contender, de tal manera que las
personas que ejercitan estos verbos, llegan a dejar de hablarse y
dejan de conjugar el verbo que nos diferencia como humanos: hablar.
La conversación es otra cosa.
Conversar es con-versación, conversare, tiene que ver con
convertirse, volverse del revés, “cambiar de mentalidad”. Al
conversar se reorientan nuestros miedos, sobre todo el que provoca la
ignorancia, percibimos como la brújula de nuestra vida señala hacia
la generosidad, apunta a los otros, mis semejantes, para re-conocer a
quienes comparten y construyen el tema de conversación. Es entonces
cuando superamos la retóricas vanidosas y persuasivas de otras
reuniones y charlas, aquellas que utilizan los fuegos artificiales
del lenguaje para obtener el beneficio efímero de someter al
interlocutor, o acaso conseguir su conformidad, para elaborar una
especie de sucedáneo de autoestima, que grita en nuestro interior
-¡que listo soy!-.
Pienso que hay que insistir sobre la escucha, a mi manera de ver, una premisa básica para conversar. Cada vez cuesta más hablar en cualquier sitio público, y ya no digamos los girigays que se forman en las tertulias televisivas, llega a ser fatigante. Sin embargo, cuando encuentras a alguien que cuando escucha se pone en el lugar del otro, intenta descubrir qué le quiere decir, empatizas y esa idea que no verbaliza fluye favoreciendo el diálogo y el entendimiento.
Dice Zeldin, (y yo estoy de acuerdo) “Cada vez que conozco a alguien aprendo algo, incluso de las personas que no me gustan. Se trata de mirar más allá de lo que te disgusta”.
No es un historiador común, de hecho he leído que del pasado lo único que le interesa es cómo vivía la gente. Por eso decidió dejar de lado las cosas habituales de la historiografía tradicional "para estudiar las emociones y los deseos de las personas". Para este historiador, la soledad es la peor clase de sufrimiento "en una sociedad que persigue el éxito y que no sabe cómo gestionar el tiempo libre".
20 comentarios:
Con-versar no es entrarle a uno al trapo.
No es buscar aduladores que mantengan tu punto de vista, para mantenerte como un estúpido listillo en tu postura.
Es abrir la mente, volar, y decir.
No es intentar convencer, (ya sabemos que esto sería y es imposible).
Para mí, es algo que ya suelo decir sin palabras.
Besos, Isabel.
Escuchar. Y saber quedarse en silencio.
He disfrutado la entrada, Isabel. Y es que nos olvidamos muchas veces de escuchar y más que conversaciones se organizan discursos individuales donde nadie escucha a nadie y cada cual suelta su "rollo". Ni qué decir tiene que esta postura no nos enriquece. Mejor sería estar abiertos y que se produjera de veras la auténtica conversación.
Un abrazo enorme, tocaya.
Creo que es algo que se debe aprender de pequeños. Callar,oír y escuchar.
En mi casa fue así.
Mis padres premiaban con una galleta de coco al que no interrumpiera cuando hablaba otro.
Un abrazo
Qué bien lo has descrito, Isabel, la verdad es que cada vez es más difícil conversar sosegadamente, sin entrar en conflictos o discusiones que, la mayoría de las veces, NI TE VAN NI TE VIENEN. Es como eso de esperar a que el otro acabe para atacarle o estar pensando, mientras habla, lo que vas a decir, SIN ESCUCHAR.
Y escuchar no es solo estar en silencio.
Un saludo Isabel.
Lo decía John Wayne (que no era ningún filósofo, que yo sepa jajaja):
"Talk low, talk slow, and don't say too much"
Besos
¡Qué interesante! Viendo (ratitos ínfimos, o sea, zapeando) las tertulias de la TV (las pretendidamente serias y las “populares”, temo por el futuro de la conversación, pues creo que la regla de oro de la conversación es “no interrumpir” a otro hasta que haya terminado.
¡Madre mía!, todo lo que he aprendido en las interminables noches de conversar y/o discutir con los amigos. Sobre todo, he aprendido a expresar lo que creo u opino y a cambiar de creencia u opinión (o a reforzarlas).
Pero para ese intercambio de ideas que es “conversar”, lo primero es tener una vida lo bastante solitaria y atenta para informarse y tener una creencia u opinión.
Después, está uno de mis juegos favoritos (“estaba” sería un tiempo verbal más adecuado): discutir “a cara de perro”. Solo se puede hacer con quienes quieres de verdad y respetas muchísimo su pensamiento. Pero todo vale en esa discusión (menos interrumpir al otro). Incluso vale darse cuenta de que los dos han cambiado de opinión y están defendiendo lo que defendía el otro (y viceversa). Claro que esta opción es un “deporte”, un ejercicio... pero tan divertido.
Un último apunte: si en una conversación en un grupo de amigos, dos o tres monopolizan la discusión, se está perdiendo el tiempo: solo vale cuando se expresan todos y cada uno de ellos.
Muy interesante, y muy de acuerdo contigo y con las citas que has seleccionado.
Un abrazo
Hola; me encantó el inicio del relato. El conflicto, cualquier tipo de conflicto, es inevitable. Somos seres sociales, como dijo un filósofo en el S. XIX. Eso sí, debemos sacar lo mejor de cada conflicto. La escucha es la vía, pero no es fácil. A veces hay que acallar los discursos parásitos que nos hace prejuzgar o esas voces disconformes con lo que se está oyendo. Saludos.
La escucha... y qué bonito suena. Una entrada llena de matices y unos interlocutores que llenan con sus palabras -aquí y ahora-,de ricas aportaciones. Yo prefiero "escuchar" antes que "decir". Quizás por eso escribo, es mi forma de hablar, de decirlo todo... cuando hablo entre la gente percibo otros lenguajes en la conversación porque es cierto muchas veces no hay conversaciones, sólo monólogos en multitud.
Un fuerte abrazo Isabel, tu costurero invita a la conversación.
Montse.
Eva, y hay quien coge el trapo y no lo suelta, yo me pongo a pensar porque aburre tanto protagonismo.
Más besos para ti.
Indigo, importante, a veces un silencio dice más que las palabras.
Besos.
Isabel, no sabes lo que me alegra tu disfrute, el mérito es del que lo dijo tan bien, yo solo transcribo.
Pero sí escucho, a veces demasiado.
Gran abrazo.
Luna, como se nota que tu familia era grande en varios sentidos.
Yo, hija única, hablaba sola y debí aburrirme tanto, que de mayor me dediqué a escuchar.
Abrazos
Sue, tú lo describes mejor, y, como bien dices, la escucha debe ser activa y eso el que habla lo agradece.
Abrazos.
NáN, de acuerdo contigo, ¡cómo no!
Tú debes ser un gran conversador, incluso puedo imaginarte convenciendo.
Gracias por extenderte en tu opinión, así te conocemos mejor.
Un abrazo.
Elvira, me alegra te lo parezca. Gracias y abrazos.
ethan, siempre hay algo de sentido común en todo, no crees?
Gracias por la cita y por entrar.
Abrazo.
Pablo, lo dices muy bien, y es verdad, no es nada fácil a veces.
Un abrazo.
Montse, me encanta aludas a los interlocutores que he tenido algo abandonados tardando en contestar, y aprovecho para disculparme.
A mí me encanta que entréis y no solo para decir que está bien, me gustan las críticas constructivas porque así aprendo, además de todas vuestras opiniones.
Un placer, tanto como leeros.
Abrazos
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