No, no os asustéis, no sangro, no al menos como vosotros, las mías son otra clase de heridas. Alguien que me viera pensaría que me están restaurando como a esas mujeres que después de pasar un crudo invierno las preparan para lucir sus cuerpos al sol.
Bien es verdad que primero intentaron parchearme, pero claro, fue inútil, la edad no perdona.
Yo los oigo, “aquí hay que subir, abrir y subir, y atrás también, es imprescindible”.
También dicen que voy a quedar estupenda, aunque tengo mis dudas porque estas técnicas nuevas no las conozco.
Si no es porque me caía a pedazos, tampoco lo hubiera demandado. Observo los dibujos que hacen sobre mi envejecida piel. Como está curtida: cincelan, martillean, abren huecos donde no los había, rellenan, estiran...
Por fuera voy a quedar igual, así debe ser para estar de acuerdo con el entorno, pero por dentro más nueva, de acuerdo con mi naturaleza, siempre he dicho que la juventud va por dentro.
Aún queda, pero ya se aprecian los resultados después de tirar tabiques y abrir ventanas. Estoy contenta, ahora veo el cielo y los árboles de la parte de atrás.
Y, cuando todo acabe, acudiré a mi memoria para contar todo lo visto y lo que veré, porque las historias, y quienes las protagonizan, siempre van unidas a los lugares, los objetos y las casas. Nosotras no morimos, yo hago que circule y avance la vida, la muerte y de nuevo la vida entre mis muros y... ya os contaré lo que acontece.
Un árbol
Los fines de semana me dan un respiro. Ellos, los que no conozco, dejan de toquetearme y moldearme. En la quietud, interrumpida sólo por un rumor de agua, me voy acostumbrando a nuevas formas y oquedades.
Otra herida, de un amigo y compañero, siento hoy como mía. Bien es verdad, que todos han estado de acuerdo en que era inevitable cortar el viejo árbol cansado de dar frutos jugosos: el naranjo ocultador de juegos.
Ramas abanicando siestas entre sus flores; vida, sombra y olor en primavera; naranjas en mañanas exprimidas, que unas manos en visita furtiva, están arrancando laboriosas. ¿Qué hará con ellas? Hojas y fruto verde guarda en una bolsa con cuidado, mientras, en sus ojos alguna lágrima adivino. Antes de cerrar la bolsa aspira con cuidado las ramas del árbol ya cortado.
Olores de una casa que se pierden, otros vendrán, más no serán los mismos.
No estés triste, mujer, plantarán otro. Y podrás disfrutar en este espacio abierto de otras voces queridas, y seguirán los pájaros con sus alegres trinos.
