Salud, sonrisas y risas, tiempo libre y amor del bueno.
jueves, 31 de diciembre de 2009
jueves, 24 de diciembre de 2009
martes, 22 de diciembre de 2009
sábado, 19 de diciembre de 2009
111. Dehesas

Pero siento que si esas dehesas verdes salpicadas de encinas, alcornoques, olivos, acebuches; en primavera cuajadas de margaritas, jaramagos y lirios. Si tuvieran que desaparecer, no me gustaría.
Y aunque por preservarlas le hayan puesto puertas al campo, y, rodeada de cercas, no se pueda entrar en ellas a coger setas como hace tiempo se hacía, ni pasear por esas bellas praderas. Es necesario reconocer que conforman un ecosistema muy singular donde si yo fuera vaca o toro me encantaría pasear, comer y reposar.
martes, 15 de diciembre de 2009
110. Como en un cuento

Y, curiosamente, gracias creo a mi amor por los libros, he entreabierto sus maravillosas páginas en mi último viaje. Uno buscado, no para mí, pero quizás por eso ella, la montaña, me ha contado cosas.
Tiene múltiples caras, por eso es difícil conocerla; a mí me da miedo, mucho miedo. Prefiero la suavidad de las playas, la caricia de las olas y los cuarenta grados de mi sur. Sin embargo, la vieja sabihonda, ha sabido atraerme.


Me ha mostrado los pliegues de su origen, a veces, cubiertos de agua en sus cascadas. Ríos que la atraviesan en gargantas y arrastran enormes piedras de cantos bien rodados.
Y cuando me ha notado pisando sus veredas y hundiendo mis pies en ellas para escuchar el crujir de la nieve. Cuando ha observado las sensaciones que mi cara reflejaba, entonces ha dicho: ven.
Y cuando me ha notado pisando sus veredas y hundiendo mis pies en ellas para escuchar el crujir de la nieve. Cuando ha observado las sensaciones que mi cara reflejaba, entonces ha dicho: ven.

Y yo, confiada, como la niña que va buscando el misterioso castillo de las hadas, he seguido el caminito por las miguitas que otros van dejando. Casi sin creérmelo, hasta llegar a su mismo pie.
La imagen que vi me cortó la respiración: allí el valle en forma de U terminaba en una mole enorme y en su cúspide tenía una boca grande y abierta.

Aquí, justo en este Monte Perdido debe habitar el monstruo de las nieves, pensé. Lo imaginé en la negra noche, saliendo de su agujero, avanzando y helando con su bufido todo ser viviente.
Menos mal que las hadas tenían un fuego en el castillo y me dieron calor, para más tarde al lado de la lumbre contarme leyendas, enseñarme juegos de azar, mostrarme las estrellas y estar tan cerca de ellas que imaginé poder tocarlas.
sábado, 5 de diciembre de 2009
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