viernes, 28 de febrero de 2020

526. No eran corrientes


La sección de hoy consistía en recordar cuando habían comenzado las deformidades. No eran troncos de árboles corrientes. Unos decían que por la sequía, otros que por exceso de riego y los últimos, y más reciente, por asfixia.

Lo cierto es que cada mujer que paseaba con su bebé alimentado con leche materna, al pasar junto a ellos notaba que le subía la leche.


viernes, 21 de febrero de 2020

525. Un grano de azúcar


Piensas, yo no sé en qué, solo te miro. Has terminado de desayunar y un grano de azúcar ha volado y se ha acurrucado entre las teclas de tu portátil. Lo has quitado con la punta de tu cuchillo pequeño y manejable. El grano ha saltado y tu piensas de nuevo, escribes, y, ahora por fin, como libélula que vuela alrededor de tu cabeza puedo leerte a tu compás.

¿Cómo nos relajamos cada cual? Música, yoga, meditación…
¿Qué es la relajación para cada persona? Tranquilidad, seguridad, escuchar sus propios sonidos, ser tu mismo-misma…
¿Cómo relajarse cuando tantos problemas vemos tan solo con estar medianamente informados?
Pensando en lo que puedes hacer a tu nivel, criticando, dejando que lo solucionen otros, negando que existen los problemas...
Pero ¿qué significa relajarse?
No lo sé. Por eso me gustaría saber cómo se relajan los demás. Yo me relajo escribiendo. Escribir tranquila sin que nadie me interrumpa y porque antes he leído cosas que me gustan, que me inspiran, que me inquietan, que me mueven por dentro a hacerlo.
Escribir sin presión, sin ambiciones...
Porque ¿qué tenemos para creernos mejores? Tenemos... como dice el final del poema de Martín i Pol, “Ahora mismo”

...el espacio de historia
concreta que nos corresponde, y un minúsculo
territorio para vivirla. Pongámonos
de pie otra vez y que se sienta
la voz de todos solemne y claramente.
Gritemos quién somos y que todos lo oigan.
Y al acabar, que cada uno se vista
como buenamente le apetezca, y ¡adelante!
que todo está por hacer y todo es posible.

jueves, 6 de febrero de 2020

524. Por una sonrisa


Tú ya no te acordarás, pero te pasaste toda la tarde llorando. Aquel verano querías trabajar a toda costa y en lo que fuera para reunir dinero y viajar. Era el primer trabajo de tu vida y siempre te habían dado miedo los hospitales.
Al día siguiente, nada más llegar, te dieron una bandeja con sobres y te los quedaste mirando. Es la medicación de los pacientes, te dijeron. En ellos estaban escritos los números de las habitaciones y la cama del paciente. Y te metieron prisa porque tú lo mirabas todo embobada, sobre todo el largo pasillo del ala del hospital que te correspondía.
El pasillo te parecía tan largo que no miraste hacia atrás para no perder el equilibrio. A pesar de que cogiste la bandeja con las dos manos, los sobres con su contenido bailaban al compás de tus pasos temblorosos. El olor que emanaba de las habitaciones insistía en subirse a tu cabeza, pero te habías prometido a ti misma que resistirías y que no ibas a dar el espectáculo como cuando eras pequeña.
Sólo con escuchar a tu madre y a tus tías hablar de quirófanos y operaciones te caías redonda al suelo. No, no, ¡ni hablar! Con toda la resolución de que fuiste capaz corregiste tu andar inseguro y apartaste de tu mente lo que te pudieras encontrar en cada habitación, porque tú, tan joven, no te querías enfrentar todavía con el dolor ni con la muerte.
Al final del largo pasillo salió de la habitación un señor mayor en silla de ruedas que rápido la giró hacia ti. Esperó allí mismo a que llegaras a su altura. No supiste qué hacer porque te miraba fijamente con una mirada compresiva y bondadosa. Sin dejar de mirarte te dijo: beautiful. Y luego te introdujo en la habitación para presentarte y repartió él mismo la medicación para ponértelo más fácil.
Seguiste con la misma tarea un mes y luego te improvisaron una mesa en el pasillo para redactar las altas de los pacientes porque los despachos estaban en obras. En tu descanso desayunabas lo que llevabas de casa porque, tan solo por una sonrisa tuya, aquel señor tan mayor y cercano a la muerte según averiguaste, te iba contando cada día media hora de su vida.