viernes, 26 de febrero de 2010

126. El nadador

Nado
en un río incierto que dicen que me lleva del recuerdo a la voz.


“El arte de narrar” Juan José Saer


El nadador

Era joven, alto, de cara alargada y rostro más que serio. Era leal y honrado.

Era la guerra, una guerra que no entendía. Dos bandos; siempre dos bandos enfrentados, como en algunas familias.

Era invierno y era temprano. Como todas las mañanas a las siete en punto nadaba y nadaba. Al compás de cada brazada se preparaba para afrontar otro día incomprensible.

lunes, 22 de febrero de 2010

125. Remolinos


Ya sé que estamos cansados de estas imágenes, pero el sábado en Córdoba me quedé prendada del color del río Guadalquivir.
No se distinguía del color del puente romano, ni del color del molino árabe que en numerosos remolinos lo rodeaba.

lunes, 15 de febrero de 2010

124. ¿Árboles?

Gritan desde sus centros oscuros,
mientras,
sus raíces esperan en lo más hondo.

domingo, 14 de febrero de 2010

123. Un “sanvalentíndecine”


El sueño de una noche de invierno


Ele se despertó en un lugar que no conocía, pero no le preocupó. A tientas encontró el cuarto de baño. Se sentó en el váter. La voz del hombre invisible le susurraba aún al oído:

“Solos tú y yo, antes del atardecer, no te olvides”.

En su sueño el amor duro hasta casi antes del amanecer. Ahora ya tenía algo para recordar. Ele volvió a la cama y se enroscó a Jota que todavía estaba allí, aguardándola.

jueves, 11 de febrero de 2010

122. Que nadie sepa mi sufrir...


“Oír es ver lo que se dice,
hablar es extraer imágenes visuales”

“La construcción del personaje” Constantin Stanislavski


Parecía un vals. Cantado en francés sonaba de maravilla en la radio del coche. Era una canción antigua versionada por una voz independiente que no conocía, pero sí el estribillo: “...se burlarán de mí, que nadie sepa mi sufrir”.

Esa frase me trajo imágenes de mujeres de pueblo hablando entre ellas. Mujeres mayores, vestidas de negro con todos sus prejuicios enredados en sus toquillas. -Lo que aquí se hable es sólo de las puertas para adentro- decían. Y allí se cocía todo.

Una vez las puertas se han abierto, las penas han salido todas como el humo por la chimenea. Allí donde hay una persona que escucha, otra aprovecha y dice lo que le duele o lo que le pasa. En televisión las penas se reinventan, a ver quien da más morbo. No sé que da más miedo.

Me atrevería a decir que Miguel Mihura vio venir lo que se avecinaba. Por eso en la obra “Maribel y la extraña familia” uno de sus personajes paga a las visitas y lo explica con el humor que caracteriza al autor:

-A veinticinco pesetas la media hora... Pero te dan mejor resultado que las visitas de verdad, que no hay quien las aguante y que enseguida te dicen que les duele una cosa o la otra... Estos vienen, se quedan callados, y durante media hora puedes contarles tus problemas, sin que ellos se permitan contarte los suyos, que no te importan un pimiento...

El humor de Miguel Mihura es un instrumento para desentrañar esa ocultación de los problemas sociales, no para cambiar la sociedad.

Mihura en algunas de sus obras hace suyo el análisis del maestro Gómez de la Serna, “desconcertar al personaje absoluto que parecemos ser, dividirle, salirnos de nosotros , ver si desde lejos o desde fuera vemos mejor lo que sucede”.

Como dice en su libro “Mis memorias” “el humor es verle la trampa a todo, darse cuenta de por donde cojean las cosas; comprender que todo tiene un revés; que todas las cosas pueden ser de otra manera”.

viernes, 5 de febrero de 2010

121. Humo

El ser humano tiene una gran capacidad de ignorar lo que no le interesa

Mariano Barbacid

lunes, 1 de febrero de 2010

120. El vuelo de Tomás Eloy Martínez

Hace unos días fue Salinger y busqué su, para mí, perfecto cuento. De nuevo, comprobé todo lo que se puede aprender de él.

Hoy desayuno con la noticia de que se ha ido Tomás Eloy Martínez y, como un escritor no muere del todo porque nos queda su palabra, aparco un momento el trabajo y releo la primera página de “El vuelo de la reina”. Recuerdo que fue esa primera página la que me hizo comprar el libro cuando salió. Compruebo que su historia sigue siendo actual, sigue pareciéndose a la vida. Como la vida, encierra: la soberbia, el poder y su corrupción, el deseo, la identidad...

Conocía a este autor por sus artículos periodísticos.

"Yo aprendí periodismo dándome cuenta de que narrar una sola realidad era empobrecedor, que la realidad no era una, sino muchas, y que la verdad cambiaba de mirada a mirada y de lector a lector. El periodismo es, ante todo, un acto de servicio. Ser periodista significa ponerse en el lugar del otro, comprender lo otro. Y, a veces, también ser otro", remarcó en distintos artículos que sobre él nos ofrece hoy el diario El País.

Voy a la última página del libro que cierra con una reflexión del protagonista sobre la de Gilles Deleuze que me gustaría poner, pero que no hago por si alguien no lo ha leído.
Mejor cierro con la del propio autor sobre esa búsqueda de la verdad que siempre le guió.

"Busquemos entonces, en la novela, la realidad de lo que la historia olvidó. Y porque la historia ha sido lo que es, la literatura nos ofrece lo que la historia no siempre ha sido".