martes, 30 de septiembre de 2008

49. Los amos del mundo


“Los banqueros de inversiones de Wall Street dominando el mundo financiero como los generales del Pentágono dominaban el mundo militar y los profesores de Harvard el del poder blando. Amos del universo. La personificación de aquel momento de orgullo desmedido: George Walker Bush”.

Pero... “todo lo que sube baja” -decía mi abuela.

Lo malo es que, ahora, ¿quién paga los platos rotos?

Fuente: El País

domingo, 28 de septiembre de 2008

48. Llueve

Hoy es domingo y en Sevilla llueve. Es una lluvia sesgada y serena quizás para amortiguar el ruido al caer. No llueve igual en todas partes y no por la cantidad, que varía, sino por el sonido que produce. Aquí los goterones suenan ruidosos en los aparatos de aire acondicionado, nada comparable al sonido de la lluvia en el patio de la casa del pueblo.

Me pregunto como estará el tejado, si resistirá este invierno, desnudo, en espera de su arreglo en primavera.
Hasta los techos se cansan de vivir y, un buen día, se desploman los palos sobre la red del cañizo del falso techo, como si de un equilibrista se tratase y, en un falso movimiento, la pared-cuerda que lo sostiene, jugándole una mala pasada, se desplaza unos centímetros.
Es la oportunidad que tiene el techo de librarse de todo ese andamiaje que le estorba para volver al origen primitivo de su construcción: la nave donde comían las cabras haciendo un alto en la cañada.

Puede que las construcciones también recuerden a sus primitivos habitantes, las cabras, el sonido de las campanitas colgadas al cuello y al cabrero, con su especiales y distintas voces, llamándolas al orden para seguir el camino. Ese camino usurpado por nosotros. Y ellas, repuestas ya por la comida, con las ubres llenas de leche, ¡tan contentas!

Contentas estarán también las naranjas y los limones del pequeño y viejo huerto que sobrevive en la parte posterior de la casa o postigo, como se le suele llamar, preparando sus pulpas, y la hierbabuena creciendo frondosa para darle sabor y olor al caldo del cocido, ¡qué bueno estaba anoche aderezado con la que me traje!
Hoy los frutos del kaki o palosanto caerán pesados por la lluvia y, ya maduros, se romperán para, en esa brecha jugosa alimentar a cabrillas y caracoles.
Al fondo el paraíso o melia que se resiste a quedarse desnudo en este otoño que comienza, vigilará los insectos dañinos conservando el suelo y creciendo rápido para, a la llegada la primavera, regalarnos el aroma de sus flores y el frescor de sus ramas.
Hoy es domingo, llueve y mi huerto brillará.

miércoles, 24 de septiembre de 2008

47. Sanear las puntas

Hace unos días fui a la peluquería a “sanearme las puntas” quemadas por el sol del verano de ciudad.
Esta expresión: “sanear las puntar o sanearme las puntas” es una respuesta muy común a la pregunta de la chica que está en la caja recibiendo a las clientas, siempre preguntando:
-¿Qué se va a hacer?
Algo que no se corresponde a la realidad porque quien coge la tijera es la peluquera. Nosotras nos limitamos a sentarnos y ponernos en sus manos.

Las peluquerías son un espacio muy curioso por las conversaciones y las opiniones que se lanzan libremente, pero que raras veces se contrastan sobre todo si intervienen la peluquera o peluquero, no sea que nos dejen mocha.
La mía estuvo a punto de llegar saneando hasta el mismo cráneo cuando me revolví en mi asiento al escuchar la opinión:
-¿Y lo que quiere hacer el juez ese?, va a tirar hasta el Valle de los Caídos.

Opinar a la ligera es algo tan común que, si estamos atentos, se puede comprobar como la información, en un principio veraz, va modificándose y ampliándose desde la cúspide de una gran pirámide hasta la base de la misma convertida, no ya en la variante de lo que era, sino en algo que no se parece en absoluto.

Por eso, cuando escucho que hay que pulsar la opinión sobre algo, siento miedo y procuro abrir el paraguas, algo que, como se imaginan, no pude hacer en la peluquería.
Este “abrir el paraguas” significa para mí, como dice el sociólogo Manuel Castells, hacer “una asimilación reflexiva de la información”, para tratar de comprender esa opinión expresada poniéndome en el lugar del que la expresa.

No siempre lo hacemos, a veces como me sucedió a mí, por la inmediatez de parar lo que se iba convirtiendo en un guirigay.
Como pueden suponer mi corte de pelo no fue de los mejores.

lunes, 22 de septiembre de 2008

46. A los que aman

Para Ana

Ella quería hacerlo todo:
pincharse el dedo morder la manzana seguir al conejo.
Pero al cerrar los ojos,
se le emborronaron los sueños.

Miriam Reyes

A la madre de Ana

De desamor... vacío

de desamar por horas
de deshacer quereres
de destejer su ropa
de desandar lo andado

de desvivir por ella, por ella... hoy todos lloran.

miércoles, 10 de septiembre de 2008

45. Cose que te cose...

Hace un año que escribí mi primer post de este blog y qué mejor manera de celebrarlo que seguir escribiendo.
Mi abuela Dolores, maestra antigua y sin título, decía que “hay que tener cuidado con lo que se escribe porque lo escrito queda”. Cierto, como también lo es que en su tiempo la fantasía era un coto vedado, había que poner freno a la imaginación.

Ver el mundo con imaginación, ironía y sentido del humor es necesario. Como lo vio Gianni Rodari en su Gramática de la Fantasía. Un libro que conocí a través del colegio de mis hijos.

Rodari lo comenzó a escribir en el año 1948 y vio la luz en 1973. Durante estos años retomaba el argumento para contestar a la pregunta de algún niño:
-¿Cómo se hace para contar historias?
Así que Rodari seguía en su investigación para –como dice en los preliminares del libro: “sugerir a los lectores la manera de hacer por si solos historias de las buenas noches”.

Era una tarde de invierno en el taller y Diana P. Morales, nuestra profesora, nos propuso un juego: sacar de una bolsita, que contenía palabras sueltas, dos al azar y construir, enfrentando sus significados, los mimbres de una historia en 10 ó 15 minutos. A mi me tocaron: elefante y ayuntamiento.
Según Rodari “la palabra aislada actúa sólo cuando encuentra una segunda que la provoca”.


Un elefante en el ayuntamiento

Carlitos era hijo de Juan, el alcalde del pueblo. Los que no lo conocían bien lo tachaban de travieso. Ramón, el médico de la familia, decía que era superdotado. Sus compañeros de clase lo admiraban porque sabía muchos juegos y también les ayudaba con sus deberes.
Sin embargo, Carlitos no era feliz. No tenía madre, había muerto al nacer él por una hemorragia postparto. Le sobraba la mayor parte del día para idealizarla y echarla de menos.
Su padre estaba enamorado de su secretaria Maite Marín. Ese día había pleno en el Ayuntamiento. A Carlitos no le gustaba Maite, la noche anterior había increpado a su padre.
-Papá ¿es qué no te has dado cuenta de que Maite es tonta?
-Sí pero tiene muy buenas tetas –contestó como un albañil cualquiera dejándolo callado.
Carlitos, hacía tiempo que frecuentaba el parque del pueblo para espiar a las parejas y escuchar sus conversaciones. Por ellas dedujo que las chicas preferían a los muchachos “potentes”. Buscó en un pequeño diccionario de bolsillo, que siempre llevaba consigo, qué quería decir aquello. Entró en una juguetería y compró un elefante con la trompa caída.
Ya en su casa, escribió una nota y la introdujo en un sobre dentro de la caja que contenía el elefante. La envolvió en papel rosa y la anudó con un lazo lila. Sólo entonces, cuando tuvo preparado el paquete, llamó por teléfono a un mensajero que llegó enseguida.
-Esto es para entregar a la secretaria del Ayuntamiento, justo después del pleno, me lo ha encargado mi padre.
Cuando el paquete llegó a manos de la secretaria, ésta lo abrió impaciente.
En la nota decía:

Querida Maite, este es un regalo de despedida, contigo me siento así.

Juan.


Al final de la presentación del libro, Gramática de la Fantasía, dice Gianni Rodari: “Confio en que este librito sea también útil para quien cree en la necesidad de que la imaginación tenga su puesto en la enseñanza; para quien tiene fe en la creatividad infantil; para quien sabe qué virtud liberadora puede tener la palabra. ‘Todos los usos de la palabra para todos’, me parece un lema bueno y con agradable sonido democrático. No para que todos sean artistas, sino para que nadie sea esclavo”.

lunes, 8 de septiembre de 2008

44. Los girasoles ciegos: la película


Hace días que terminé el libro y tenía curiosidad por saber si estaría bien adaptado. La película sólo abarca un relato de los cuatro del libro, el último y parte del segundo. La fuerza que tiene este segundo relato en el libro, no está reflejada en la película. Con lo cual, según mi opinión, sobran escenas de él.

Sólo dos momentos, harían falta, creo, para comprender el desenlace final: la despedida de la hija y la noticia en la prensa para conservar la unidad de la trama principal.

Estos dos detalles bastarían para, como hace el autor del libro, Alberto Méndez, enlazar un relato con otro de forma casi imperceptible, pero que al terminar de leer, el resultado es una obra completa.
Por lo demás, encuentro que es una película necesaria para comprender mejor un periodo de nuestra historia, del cual, arrastramos todavía las secuelas al no enfrentarlo.

Cuando hablé sobre el libro dije que me gusta siempre leerlo antes de ver la película. En este caso si alguien lo hace al revés le servirá para comprender escenas de la misma y sobre todo para conocer al autor y admirar su forma de narrar.

jueves, 4 de septiembre de 2008

martes, 2 de septiembre de 2008

42. La siesta

Yo siempre esperaba la penumbra de la siesta para poder deslizarme sin que me vieran. En el sur esa hora es mágica, sobre todo en los pueblos. La algarabía de las mañanas se apaga y todo vuelve a estar en silencio. La siesta es la elección de los adultos para poder descansar..., pero a mi nunca me ha gustado dormir con la luz del día.

Una y otra vez me preguntaba el porqué de esa afición a la siesta. A mi siempre me llevaban a mi habitación, que estaba contigua a la de mis padres, insistiendo en que tenía que reposar y dormir un poquito. Yo me hacía la dormida para que no discutieran entre si y desde mi habitación aumentaba la respiración para que lo creyeran. Entonces se callaban y yo, muy despacito, me levantaba. Descalza para no hacer ruido, pero con las zapatillas en la mano, me iba al lavadero que estaba en la parte de atrás de la casa. No sin antes, echar una ojeadita hacia ellos que siempre dormían abrazados.

Hacía mucha calor pero yo no lo notaba. Ese tiempo era mío, me pertenecía. Cogía mis juguetes y los metía en las piletas de lavar la ropa y jugando con ellos me inventaba toda clase de historias. Aunque me pusiera perdida de agua, ellos nunca acudían y yo disfrutaba enfrentando a mis personajes con forma de muñeca y burro:

-¿Qué te pasa niña, por qué lloras? –pregunta el burro.
-Porque...¡buah!, ¡buah!, mis padres no me dejan cruzar la vía del tren y pasar al otro lado...¡buaaahhh!
-Y, ¿por qué quieres pasar al otro lado de la vía?
-¿Es que eres tonto, o qué?. No ves que aquí, a este lado estoy sola. No hay niños con los que correr y jugar. Todos están allí, en aquel cerrito, al otro lado de la vía del tren. ¿Oyes cómo gritan?
-¡Es verdad! No había caído en la cuenta, pero no te preocupes, como eres muy pequeñita yo me agacho, te subes encima y pasamos rápido antes de que venga el próximo vagón. ¿Ves? Viene lento, cargado de carbón.
-¡Bien!

Me acordaba de que se podían despertar y poniéndoles un dedo en la boca a mis juguetes los hacía callar.
-¡Chichhh!
Me quedaba muda un ratito escuchando todos los ruidos. Sólo uno me acompañaba siempre: el canto de la chicharra, mi amiga.


Cuando fui mayor entendí esa afición a la siesta.

Ahora, cuando vuelvo a la vieja casa, ya no están las piletas de cemento rojizo, en su lugar hay una lavadora automática y una “pilita” casi artificial. Me paseo por las habitaciones. Miro hacia su cama. Cierro los ojos y los veo como entonces, abrazados, disimulando que dormían. Todavía los veo mirándose con los ojos cerrados. Como dormidos. Como ahora. Para siempre.

lunes, 1 de septiembre de 2008